Día Mundial de la Obesidad

Por Guillermo Barahona-Fuentes, académico de la carrera de Entrenador Deportivo,  UNAB Sede Viña del Mar.

En el día Mundial de la Obesidad es imperativo abordar este fenómeno desde una perspectiva científica para comprender sus complejas bases etiológicas y desarrollar estrategias efectivas de prevención y tratamiento. La obesidad, como enfermedad crónica y multifactorial, es el resultado de una interacción compleja entre factores genéticos, metabólicos, ambientales y conductuales.

La investigación científica ha desempeñado un rol fundamental en la identificación de los mecanismos subyacentes que contribuyen al desarrollo y progresión de la obesidad. Entre estos mecanismos, destaca la interrelación que existe entre el balance energético, la regulación del apetito, la actividad física y la respuesta metabólica. Numerosos estudios epidemiológicos y experimentales han evidenciado que el ejercicio físico desempeña un papel primordial en la prevención y el tratamiento de la obesidad.

En este sentido, la práctica de ejercicio físico no solo conlleva un gasto energético directo, sino que también induce adaptaciones fisiológicas y metabólicas que promueven la salud metabólica y cardiovascular. De hecho, diferentes investigaciones han demostrado que el ejercicio aeróbico y el entrenamiento de fuerza pueden modular la expresión génica relacionada con el metabolismo de lípidos y glucosa, como también mejorar la sensibilidad a la insulina y la composición corporal.

Además del ejercicio físico, es fundamental abordar otros aspectos relacionados con la obesidad, como la calidad de la dieta y el entorno obesogénico. De esta manera, la disponibilidad de alimentos ultra procesados, ricos en grasas y azúcares, junto con la promoción de estilos de vida sedentarios, contribuyen al aumento de la prevalencia de obesidad en la población. Asimismo, es importante reconocer la influencia de factores psicosociales en la conducta alimentaria y la actividad física. De esta manera, el estrés, la ansiedad, la depresión, la falta de sueño y otros factores emocionales pueden afectar los hábitos alimentarios y el estilo de vida sedentario, contribuyendo al desarrollo de la obesidad. Por lo tanto, es necesario abordar estos aspectos en intervenciones integrales para la prevención y el tratamiento de la obesidad.

En este contexto, se invita a la comunidad académica y profesional a continuar colaborando en la generación de conocimientos científicos que contribuyan a la comprensión y el abordaje de la obesidad. Solo a través de investigaciones rigurosas y colaborativas se podrán desarrollar intervenciones efectivas que promuevan estilos de vida saludables y mitiguen el impacto de esta enfermedad en la salud pública.